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Salinas: la capital del surf asturiana

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Una tarde de otoño. El viento azota los pequeños rascacielos que parecen rasgar el grisáceo cielo. Los surferos, como si fueran puntos negros en el plateado Cantábrico, intentan domar un mar que nunca ha tenido dueño. 

Y es que más allá de lo que muchos creen, Salinas se mantiene viva todo el año. Un espíritu alternativo, libre y creativo inunda las calles de esta localidad donde los estudios de música bailan entre salas de arte. 

Durante todo el año, cientos de surferos se acercan a Salinas / Guillermo Álvarez

Rendidos al Cantábrico

Salinas da la bienvenida con su característica fachada cantábrica. Azotado por el salitre y la bruma, el Museo de Anclas Philippe Cousteau es un espacio que enamora a primera vista. 

El museo al aire libre de anclas / Guillermo Álvarez
El entorno de La Peñona es privilegiado / Guillermo Álvarez

Con una panorámica que abarca toda la bahía -y llega a la desembocadura de la ría de Avilés junto al faro de Nieva-, este espacio es una memoria de anclas históricas que merece la pena visitar. De entrada gratuita y libre, cuenta con una colección donde destaca el ancla  de Nuestra Señora de Atocha, barco del siglo XVII que naufragó en la costa de Miami. 

Disfrutando de una tranquila jornada de pesca en la bahía / Guillermo Álvarez

La enorme rosa de los vientos parece dirigirnos hacia el mirador de La Peñona. Desde aquí, el enorme Cantábrico se abre a la vista del viajero. El frescor se palpa en las rocas grisáceas que contrastan con los vivos colores de las esculturas que jalonan el recinto. A nuestra izquierda, el complejo fabril que dio vida a la contigua mina de Arnao

Entre la roca, casi escondido, el busto de Cousteau custodia este mar de tonos plateados y azules petróleo. 

Azules y sin humo

El propio paseo marítimo de la villa invita al hedonismo estival. El restaurante Real Balneario, Sol Repsol, es la antesala a una oferta gastronómica para todos los públicos, donde destacan cocinas de productos de kilómetro cero, de mercado, de lonja -estamos seguros que hay mucho género de la avilesina- así como creaciones que satisfacen los paladares más gourmands. 

La Bandera Azul ondea en el arenal castrillonense / Guillermo Álvarez
Bahía de Salinas / Guillermo Álvarez

Pero no caigamos en esnobismos. Salinas va más allá de las constelaciones de mesa fina y cubierto dorado. Noches de rock & roll a pie de playa en los bares, pubs y pequeñas fondas surferas que conviven entre algunos de los mejores restaurantes del Principado. 

El espíritu libre y creativo de la comunidad surfera de Salinas alimenta un lifestyle que se potencia durante los meses de verano. Durante el invierno, el día a día de pintores, artistas y escultores es mucho más tranquilo, como el Cantábrico veraniego. 

Juan Bosco, en la pasada edición de Gastronáutica / Guillermo Álvarez

Juan Bosco es, junto con otros artistas y galeristas, uno de los que apuestan por Salinas como refugio artístico. Su obra -que pudimos conocer en el certamen Gastronáutica de Avilés– se inspira en el Cantábrico que cae rendido en esta villa donde los atardeceres, entre otros, son impagables. Será por esto, así como las buenas condiciones del arenal y sus respectivos servicios, por lo que Salinas es una de las playas asturianas con el distintivo Bandera Azul.

Gastronáutica, éxito en ventas y participación

El puerto deportivo acoge la primera edición de este festival gastronómico y cultural
Detalle desde el paseo marítimo de Salinas / Guillermo Álvarez

Festivales más allá del surf

Aunque este año, el icónico festival Longboard Salinas no se pudo celebrar, sí que la villa acogió su campeonato. Durante los meses de julio y agosto son varios los festivales y eventos que jalonan el paseo marítimo, así como los bosques y áreas cercanas. 

Los campeonatos de surf y longboard son un clásico en Salinas / Guillermo Álvarez

Songs for an Ewan Day es también un clásico del verano. Ubicado en la senda fluvial, adentrarse en el mundo Ewan -conocida marca de ropa que cuenta con un local en pleno paseo marítimo donde disfrutar de sabrosos brunches a orillas del Cantábrico- es toda una fantasía. 

Un toque de Mediterráneo con olor a Cantábrico. Los farolillos y fardos de paja decoran un rincón lleno de magia y que nos lleva a las noches de ensueño al más puro estilo Ibiza. La entrada, además, es gratuita, por lo que no os podéis este festival de lo más instagrameable. 

Un skater contempla el Cantábrico desde Salinas / Guillermo Álvarez

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