Madrid es todo un referente para los gastrónomos. El Vía Crucis de aperturas -y cierres- de los locales más chic del panorama nacional se da cita en una ciudad que cada vez se parece más a otras capitales de la gastronomía, como París, Londres o Nueva York.
Ubicado en el madrileño barrio de Salamanca, Amazónico es una de las propuestas del Grupo Paraguas -que cuenta con alguno de los más reconocidos establecimientos de la capital, como Ten con Ten u Origen-. Con una oferta basada en los asados y carnes al corte, Amazónico promete un vergel gastronómico entre jirafas tridimensionales y butacas de terciopelo verde, obra del interiorista Rosa-Violán. Pero, ¿hay vida más allá del postureo más castizo?

Un local para "ver y ser visto"
Al menos desde fuera, Amazónico es como esos regalos de papel grueso, envoltura al detalle y lazo brillante. La expectativa es entrar en una jauría gourmand donde la cocina se vuelve inhóspita, desconocido y los juegos de texturas materializan creaciones al más alto nivel. Al menos, sus precios son bien salvajes.
Será que el alquiler en uno de los barrios más cotizados de España es elevado; quizás sea que la impronta de la restauración madrileña se basa en el continente y no en el contenido. Pero está claro que Madrid no es apto para todos los bolsillos. Y Amazónico cumple, a rajatabla, dicha ley no escrita.

Lo que sería faltar a la verdad es no reconocer la buena atención de su personal. Mas allá de lo que las webs de opinión cuentan -donde sería raro ver comentarios positivos-, el servicio de Amazónico es bueno y está a la altura de sus palmeras. Con extrema elegancia y profesionalidad, el personal celebra un baile de comandas, fuego y gusto refinado.
Barra de sushi y ancas de rana
Lo que tampoco se puede negar -más allá de la experiencia visual e instagrameable- es que la carta de Amazónico es todo un tributo a la cocina latina, con toques brasileños y reminiscencias allande los mares.
Es palpable en todo momento. El ambiente -aunque con smart code- aspira transmitir ese ambiente desconocido, sutilmente peligroso y húmedo de la selva. Se prometen sorpresas al plato -ambientado con hojas de palmera y pavos reales- y también al bolsillo. Pero hemos venido a vivir nuevas experiencias.
Aunque su especialidad son las carnes a la brasa, tal y como demuestra su parrilla en medio del local, Amazónico juega con productos que no son habituales en la cartas, como las ancas de rana con salsa de mango y habanero.


Sandro Silva, quien firma las creaciones de Amazónico, fusiona con verdadera maestría la cocina de su Brasil natal con los sabores de oriente, con gran presencia de la cocina japonesa e hindú.
Destaca su carta de sushi, con piezas como el uramaki Amazónico -con aguacate, mango, alioli de coco y chocolate- o el usuzukuri de pez limón con tomate cherry y aliñado japonés.

Mención al poke de atún rojo con anacardos y arroz salvaje, los mejillones Kaeng Khiao -salteado de mejillones con curry verde- o la propia selección de ostras. Puestos a fusionar, vamos con todo.
Existen alternativas vegetarianas o veganas, como el wok de 25 verduritas o la ensalada Amazónica -con mango y aguacate aliñado-.

Extravagancia en la mesa
Nadie podría decir que las carnes de Amazónico no están exquisitas. Aunque en un mundo cada día más globalizado, donde la tendencia es apostar por los productores locales y las materias de kilómetro cero, resulta difícil comprender la intención de usar productos procedentes del otro punto del globo.
Apartado del discurso local, Amazónico presenta una carta de carnes donde los protagonistas son las piezas de Black Angus y Wagyu. Nuestra recomendación es la picaña al rodicio, con carne Red Angus brasileña. Salvajemente deliciosa.
Quienes busquen la experiencia completa, cuentan con menú degustación a mesa completa.

Granitos de chocolate al calor del jazz
Prohibido tocar. Es el caso de la terraza interior, que si estuviera abierta al público, sería un espacio ideal para un brunch a la madrileña, charlas de sobremesa o un sugerente afterwork. Sería, también, el escenario perfecto para degustar su carta de postres, con especialidades como la roca de chocolate o la tarta de limón con polvo de galleta Lotus. ¡Qué recuerdos de infancia!
En la planta baja podemos encontrar el Jazz Club. Ambientado en los locales más nostálgicos, su club se muestra como un entertainer que capta la atención a través de su coctelería. Elegantes bartenders ofrecen propuestas como el Jungle Club -Tanqueray, lima, espuma de frambuesa y azúcar líquido- o el Órale Mary -manzanilla, mezcal, zumo de limón y tomate, salsa rocoto y sal de apio-. Extravagancia al calor de ragtime.


Y aunque Amazónico es una apuesta muy solvente, con calidad en sus productos y un escenario digno de película, no deja de dejar un regusto al frenético lifestyle -plástico y banal- de Madrid. A veces, parece que es más importante quién está en sala antes que la creación que tenemos ante nosotros. Quizás es que uno no está acostumbrado a platos con tigres estampados.
Amazónico. Jorge Juan, 20 / 915 154 332 [Necesario reserva]
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