Algo tiene Cudillero que enamora, que embruja. Serán sus casitas marineras, será su aroma a mar o quizás su increíble costa. Poco extraña que este haya sido refugio de piratas, corsarios y, quizás, hasta vikingos. ¿Quieres conocer la costa más auténtica del occidente asturiano? Recoge tu Mochila de Cromo porque comenzamos…¡ya!
Muchas veces, al oír hablar de Asturias, se nos viene a la mente imágenes de bucólicos pueblos marineros, de casas blancas y colgantes, que parecen amenazar con derrumbarse hacia el frío Cantábrico. Sus portales y sus cubiertas de madera, de vivos azules y rojos, parecen convertirse en pequeños barcos pesqueros, que cada día salen a la mar. Porque en Cudillero, el mar es, en realidad, la mar. Y todo lo que conlleva.
Cudillero, mil y un razones para perderse
Si la villa de Cudillero es icono asturiano, poco tiene que envidiar todo su concejo. Si bien la costa occidental no es tan conocida como la oriental, las playas y acantilados del municipio pixueto no te dejarán indiferente; son, sin duda, un plan ideal para un día de sol, playa, buena gastronomía y, ¿por qué no? un refrescante chapuzón.

Y, aunque en este artículo me centraré en su impresionante costa, Cudillero tiene un legado etnográfico y un patrimonio cultural que en pocos lugares puedes encontrar. Un paseo por el interior del concejo te permitirá conocer la rica cultura de los vaqueiros.
De La Atalaya al Anfiteatro
Comenzamos nuestro recorrido por la costa del concejo desde La Atalaya. Desde aquí podréis observar la costa más oriental del municipio, así como playas y acantilados de los municipios limítrofes. Por otro lado, el entorno de La Atalaya cuenta con un rico patrimonio donde destaca la arquitectura tradicional asturiana y donde las hortensias, tan habituales por estos lares, dan un toque de color a hórreos y paneras.

Continuando la carretera, nos encontraremos con la localidad de El Pito. Es este uno de los lugares que te dejará sin palabras, ya que aquí encontramos la Quinta de Selgas, perteneciente a la familia Selgas-Fagalde. Una suerte de Versalles asturiano que, si bien en estos momentos se encuentra cerrada por la crisis sanitaria, es parada obligada. Puedes observar, desde fuera, los bucólicos jardines de estilo francés (cuenta con otros dos, de estilo inglés e italiano, y hasta un invernadero) así como el propio palacio.
Para no quedarte con las ganas, en los exteriores se encuentra el Museo Escolar, fundado en 1915 para la promoción de la cultura entre los pequeños de los pueblos limítrofes, así como la iglesia-panteón de Jesús Nazareno, de 1914 e inaugurada por Isabel de Borbón. Sin duda, su arquitectura evoca épocas pasadas, destacando la arquitectura de la iglesia, con la imponente estatua central de mármol blanco y que, si bien es de estilo románico, sus exteriores, jalonados de palmeras, le confieren un aspecto indiano.

Piratas, vikingos y caza de ballenas…
Descendiendo por la carretera llegamos hasta la capital del concejo: Cudillero. Esta villa, como os digo, es icono del occidente asturiano, y uno de tus imprescindibles en tu visita a Asturias. Dicen que las comparaciones son odiosas, pero bien podría ser Cudillero el Lastres del occidente astur.
Declarado Conjunto Histórico-Artístico, en su plaza central encontrarás una amplia oferta gastronómica aunque nosotros decidimos ir a probar la gastronomía a este restaurante, alejado de la zona más turística.

Un paseo por sus calles te transportará a los tiempos de bravos viajes en mar y cuentos balleneros, donde destaca la iglesia de San Pedro, el pasadizo secreto al puerto (cerrado al público) y su imponente faro. Toda la villa cuenta con varias rutas muy bien definidas que permiten ascender por los diferentes miradores. ¿Te atreves a visitarlos todos?

Importante, el acceso en coche al entorno del pueblo está restringido a vecinos, por lo que debes dejar tu coche en el amplio aparcamiento disuasorio junto a la lonja. Es gratuito.

De la Concha de Artedo…
Si alguna vez has ido de Galicia a Asturias, por la autovía del Cantábrico, te habrá sorprendido un enorme y serpeante viaducto que salva un desnivel de casi cien metros. Es este el viaducto de Artedo, que toma su nombre de esta bonita y amplia playa: la Concha de Artedo.
Aquí no tendrás problemas para mantener la distancia de seguridad. Su acceso es por una carretera algo estrecha que, en temporada alta y hora punta, está algo colapsada pero, en ningún momento, hay algún tipo de peligro. Una vez en el aparcamiento, debes pagar una entrada (importe voluntario) por estacionar, y de ahí, tomar el pequeño sendero a orillas del río que te lleva hasta esta playa de cantos rodados, con servicio de vigilancia durante los meses estivales.
…al Cabo Vidio
Sin duda, uno de los puntos más espectaculares de toda la costa pixueta. Desde el propio pueblo de Oviñana, ya con encanto de por sí, se accede a un aparcamiento donde podemos dejar nuestro coche de manera gratuita. Este se encuentra junto a una especie de área recreativa (sin mesas) con unas vistas espectaculares hacia los vertiginosos acantilados, así como a la playa de La Cueva.

En este punto, en el mirador de La Cueva, se encontraba hasta hace poco un banco que bien podría ser uno de los bancos con las mejores vistas de toda España. Desconozco la razón por la que lo han quitado, quizás por motivos de seguridad, pero eso no es excusa para comenzar, desde este punto, la pequeña ruta costera por los acantilados hasta el faro del cabo Vidio.
El olor a mar, la brisa, las vistas y la facilidad del camino hacen que sea una alternativa para todos (especial precaución para los más peques de la casa).

Y se hizo El Silencio
No podemos terminar nuestro recorrido por la costa de Cudillero sin acercarnos hasta la famosísima playa de El Silencio. Aunque en los últimos años ha ganado popularidad entre propios y visitantes, a día de hoy conserva intacta su magia y serenidad.
El batir de las olas contra las oscuras rocas, que parecen gigantes en medio de la mar, deja una espuma que denota un paisaje inhóspito, salvaje y que, si dejas volar tu imaginación, parece sacado de un decorado de ficción. No es esto Namek, aunque las frías aguas sorprendan con un espectro cromático entre los azules y verdes turquesas. Y es que, a veces, el paraíso está más cerca de lo que crees.
En este caso, la playa no cuenta con servicio de vigilancia en todo el año, por lo que si buscas una playa un poco más típica, al costa de Cudillero te ofrece otras alternativas (mismamente, la Concha de Artedo, o la playa de Oleiros si estás interesado/a en el nudismo).

Playas, acantilados, faros…
Como veis, Cudillero es mucho más que una villa marinera de postal. A menos de 15 kilómetros alrededor, nos encontramos con playas paradísiacas, casi vírgenes, enormes arenales donde disfrutar con toda seguridad. Caminos, sendas y caleyas que recorren su costa y que se convierten en vehículo perfecto para conocer los acantilados vertiginosos y sus gigantes columnas macizas de roca esculpidas por el Cantábrico.

Solo necesitas una cosa, adentrarte en el Paraíso: la costa pixueta. ¡Vive Cudillero!
¿Te quedas con ganas de descubrir más sobre Asturias? Te invito a que eches un vistazo a mi artículo sobre el entorno del Cabo Peñas, o este agradable paseo por Cimadevilla, el casco histórico de Gijón. Si te apetece conocer también los mágicos bosques asturianos, no dudes visitar Brañagallones, el Desfiladero de los Arrudos o la Majada de Xulió, todos ellos en el Parque Natural de Redes.
Si necesitas ampliar información o quieres dejarme tu opinión sobre Cudillero, su paisaje y su paisanaje, te animo a escribirme en el apartado Comentarios que encontrarás más abajo.
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3 comentarios sobre “De La Atalaya al Silencio: un recorrido por la costa de Cudillero”