Cimadevilla: sidra y mar. Tus imprescindibles en el barrio alto gijonés

Visitar Gijón, mi ciudad, no se entiende sin visitar Cimadevilla. Ya sea un agradable paseo por la zona del puerto deportivo, cholear en la Cuesta del Cholo o contemplar la inmensidad del mar Cantábrico desde el cerro de Santa Catalina, algo tiene el casco histórico de Gijón que enamora y que provoca emociones de todo tipo. ¿Me acompañas a dar un paseo? Recoge tu Mochila de Cromo porque comenzamos… ¡ya!

La península donde todo nace

Habría que remontarse a tiempos de los Reyes Católicos, y a merced del puerto primitivo, para entender la historia de este pequeña península rodeada de agua, a excepción del pequeño ismo que une la zona de la Plaza del Marqués y la del Ayuntamiento con el, hoy en día, centro urbano gijonés. De esencia marinera, sus calles huelen a sidra y sal, y sus gentes… ¡ay, los playos! Que sería del barrio alto sin el carácter altanero y, a la vez, tan empático de sus gentes.

Pero en realidad, existe una Cimadevilla anterior, la Cimadevilla romana: Gigia. Tras la conquista de los castros de los pueblos pre-romanos, en este caso, astures por parte del ejército de Octavio Augusto en el siglo I d.C., se funda la pequeña urbe de Gigia, confinada entre una muralla de casi dos kilómetros de longitud y valiéndose de los acantilados al norte como defensa natural.

Ahora eres tú, apreciado visitante, quien tiene el placer de recorrer sus calles y plazuelas, sentarte a disfrutar de un culín de sidra y sentir esa sensación a la que los asturianos y asturianas le hemos puesto hasta nombre: prestar. Gijón te va a prestar, créeme.

¿Por dónde empezamos?

Bueno, Cimadevilla, como os digo, tiene un encanto especial y, ya sea para bien o para mal, provoca sentimientos que, a veces, son encontrados. Lo primero que debes tener en cuenta es que Cimavilla, en asturiano, es un casco histórico de origen marino que más recuerda a un típico pueblo pesquero que a los característicos cascos históricos castellanos. Si bien las comparaciones son odiosas, lo atractivo de Cimadevilla es que poco o nada tiene que ver con el casco histórico de Avilés o El Antiguo, en Oviedo.

¿Significa eso que Cimadevilla no tiene atractivos? En absoluto, y por eso ahora quiero compartirlos con tod@s vosotr@s.

Cholear en la Cuesta del Cholo

Lo primero es lo primero. Uno de los grandes atractivos del barrio alto gijonés es, precisamente, su estilo de vida. Las rederas, marisqueras y los oficios de la mar han dado paso, poco a poco, a un barrio bohemio y alternativo, donde propios y foráneos disfrutan de la vida en mayúsculas. En cualquier época del año, siempre que haya un pequeño rayo de sol, te encontrarás gentío en la zona conocida como la Cuesta del Cholo. Y no, no hablamos del cholo Simeone; los cholos eran aquellos emigrantes venidos de América.

Puerto y Cuesta del Cholo (Foto:NG)

Hacerse un selfie con el Árbol de la Sidra

Si, una vez hemos choleado, nos dirigimos hacia el centro de la ciudad nos encontraremos, al finalizar el puerto deportivo, con una enorme escultura de botellas de sidra: es el Árbol de la Sidra. Obra compuesta por más de 3200 botellas que sirvió para concienciar sobre el reciclaje del vidrio y que, dado el interés que suscitó entre los turistas, se convirtió en un reclamo permanente. Por las noches, el árbol se ilumina, dejando unas bellas estampas. Por la tarde, durante los último rayos de sol del verano, quedan unas fotos muy chulas desde la plaza del Marqués. Y es ahí hacia donde nos dirigimos.

Árbol de la sidra (Foto: desconocido)

Conocer a Don Pelayo

Puede que no exista fuente en la ciudad más fotografiada: tanto de día como de noche, en invierno o verano, mientras se disfraza por el Antroxu como cuando hay temporales de galerna en la plaza. Pelayo es parte viva de la historia gijonesa y asturiana. Os dejo el enlace que escribí hace un tiempo sobre la Batalla de Covadonga y las festividades que se organizaron entorno a este efeméride aquí.

La propia fuente es interesante como obra en sí misma. Lleva en este mismo lugar (aunque la plaza ha sufrido remodelaciones recientes) desde 1891 y es, sin duda, símbolo de Gijón, siendo obra de José María López Rodríguez.

Una de las cosas que demostrarán que eres un playu de pro será el hecho de que vayas a ver los peces que han puesto en la fuente. Es algo que todo gijonés hace a sus amigos y familiares cuando visitan la ciudad y que, una vez al lado de la fuente, se quedan observando atentamente dónde están los «pececinos de colores»; obviamente, no hay peces, y lo máximo que te llevarás será un remojón cuando te salpiquen con el agua que brota de las cabezas de los leones. ¡Un bautismo la mar de peculiar!

Descubrir el pasado romano de Gijón

Atravesada la Plaza Mayor (que no está completa, si os fijáis) llegaremos hasta la zona de las Termas. No esperes encontrarte un edificio o algo similar ya que el propio museo de las termas romanas del Campo Valdés se encuentra bajo tierra, con una posición privilegiada frente a la bahía de San Lorenzo así como la iglesia de San Pedro. ¡No sabían nada estos romanos!

Las termas eran los espacios de baño y charla de la sociedad romana y, hoy en día, están abiertas a todo aquel que decida visitarlas. Lejos de parecer un museo aburrido o poco interesante, la conservación de las mismas y la buena síntesis pedagógica hacen que, en realidad, las termas sean muy fáciles de visitar y, por tanto, interesantes. No debes irte de Gijón sin conocer su pasado romano ya que, indagando un poco, te sorprenderá.

Termas romanas en Gijón (Foto: Guía Repsol)

¿Te has parado a visitar el retablo de la Casa del Mar?

Se encuentra en la Casa Natal de Jovellanos, una pinacoteca gratuita donde, al margen de la colección del propio Jovellanos (ya de por sí interesante) puedes conocer obras de artistas asturianos de los siglos XIX y XX destacando, entre otros, Evaristo Valle.

Pero, sin duda, una de las joyas de este museo es el retablo de la Casa del Mar, obra de Sebastián Miranda que, en un intento por demostrar a la crítica y a su propia esposa que podría desarrollar una brillante (y ordenada) idea que sirviese como fotografía de la sociedad playa de aquella época, se sumergió en un delirante viaje con el que consiguió plasmar, uno por uno, a los personajes más conocidos del barrio alto. Así, el ovetense Sebastián Miranda comenzó su obra en 1929 pero no sería hasta 1972 cuando la finalizaría por completo. Dicen que las cosas de palacio van despacio. ¿Habría problemas de derechos de autor en aquella época?

Retablo obra de Sebastián Miranda (Foto: Guías Viajar)

Visitar la capilla de los Remedios

Una de las cosas más singulares de Cimadevilla es descubrir que, a pesar del tiempo y los cambios en la sociedad actual, existe una ferviente devoción por la religión, relacionada principalmente con la mar. Es algo normal y comprensible ya que, en parte, los auténticos playos tienen o han tenido a alguien relacionado con la pesca y que, desafortunadamente, han podido sufrir un percance o, incluso, fallecer en alta mar.

Esto explica que los habitantes de Cimadevilla tengan una especial predilección por sus dos capillas, al margen de la iglesia de San Pedro. Estas son la capilla de la Soledad, ubicada frente a la Cuesta del Cholo, y la capilla de los Remedios.

Personalmente, me gusta más la capilla de la Soledad, con su pasado marinero y siendo el germen de la cofradía de balleneros de la ciudad. En cambio, la capilla de los Remedios, anexa a la Casa Natal de Jovellanos, y perteneciente al gremio de los canteros alberga, en su interior, los restos de Melchor Gaspar de Jovellanos. En sí, la coqueta capilla y su entorno merecen la pena ya que, personalmente, lo considero uno de los puntos con más encanto de toda Cimadevilla.

Y para acabar… escucha el sonido del mar en el Elogio

Much@s visitaréis Gijón buscando el Elogio del Horizonte, os haréis fotos y alucinaréis con las vistas que tenemos desde lo alto del cerro de Santa Catalina.

La imponente obra de Chillida, construida en hormigón y finalizada en 1990, invita a una reflexión sobre la piedra artificial creada por el ser humano y cómo existe una simbiosis entre tod@s nosotr@s y nuestro entorno, incitando a una conservación del medio y permitiendo, en definitiva, la exaltación al ver que hay mucho más allá de las creaciones humanas.

Si los diez metros de altura no te han dejado impresionado, lo hará el hecho de que si te sitúas en su centro podrás escuchar a la perfección el rumor del agua y el batir de las olas en las afiladas piedras del acantilado, como si de una caracola se tratase. No obstante, la zona del Elogio no cuenta con protección específica por lo que en todo momento, más incluso los días de viento, deben extremarse las precauciones.

Uno de los símbolos de Gijón (Foto: Flickr)

¿Conocías todos estos secretos que guarda el casco histórico de Gijón? Es una zona bonita, diferente al resto de la ciudad, que salvaguarda un pasado marinero que, si bien no siempre ha estado en buenas condiciones, poco a poco se está recuperando, gracias en parte a la propia iniciativa de sus vecinos (incluida la Asociación de Vecinos Gigia) que ven como, en ocasiones, están algo abandonados a su suerte.

¿Me he dejado algo en el tintero? Házmelo saber en el apartado Comentarios que encontrarás más abajo. ¡Siempre os leo!

Si buscas alternativas de ocio por Gijón no dejes de visitar las propuestas del Jardín Botánico durante todo el año. ¿Restaurantes gijoneses que hayamos comentado en el blog? Puedo hablarte de La Iglesiona, la mítica pizzería Vesuvio o Casa Carmen, conocido por sus cachopos. Si tu visita coincide durante la Navidad, Gijón ofrece estas diez propuestas para todos los públicos.

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