Hola de nuevo, mochiler@s. Hoy os quiero dejar mi reseña de otro restaurante típico de Gijón y conocido por sus carnes y brasas. ¿Queréis saber más? ¿Precios? ¿Merece la pena? Recoge tu Mochila de Cromo porque comenzamos… ¡ya!
¿Dónde se ubica?
Muchas veces cuando llegan amigos o familiares a Gijón me preguntan dónde comer bueno, bonito y barato. Uno, que se ha ganado fama de siempre encontrar chollos, se estruja la cabeza pensando sitios céntricos y baratos. Y, habitualmente, entre los que suelo recomendar (nunca recomiendo si no lo he probado antes) suele aparecer La Iglesiona.
Situado frente a la basílica del Sagrado Corazón, más conocida como la Iglesiona por su tamaño (en Asturias o todo es pequeñín o grandón, no tenemos término medio) y en pleno centro, entre la calle Corrida, Moros, el (ahora) barrio chic del Carmen y la playa de San Lorenzo.
¿Y qué podemos comer?
Hacía muchos años que no volvía a este restaurante pero guardaba el recuerdo de menús abundantes y a muy buen precio. Si bien es cierto que los precios han subido un poco, continúan estando dentro de lo razonable para ser el centro de Gijón y tener buena calidad.
La Iglesiona es conocido por sus carnes, donde destacan piezas jugosas de ternera, así como cabrito o carrilleras, sin olvidar el cochinillo. Y es que, aunque ofrece cocina tradicional asturiana, no es la típica sidrería (o chigre como decimos por aquí) sino más bien una típica tasca castellana. En cambio, eso no quiere decir que platos tan nuestros como la fabada no estén igual de buenos.
Pero, ¿tu que comiste?
Reservé una mesa para el día grande de las fiestas de Begoña la noche anterior por lo que no me esperaba que hubiera sitio. Mi sorpresa fue que sí había mesa pero tenía que ser en la terraza, la cuál no está atechada pero tiene sombrillas para protegerse del sol.
Aunque tiene una extensa carta, nos llamó la atención la variedad de la carta a un precio muy razonable: 16€ teniendo en cuenta que era festivo.
De primero podías escoger entre embutidos ibéricos, ensalada mixta, pastel de cabracho, paella y fabada (alguna cosa más que ahora no recuerdo). De segundo, podías escoger entre carrilleras, cabrito, cochinillo asado y escalopines; seguro que había otro plato de pescado pero ahora no caigo.
Pues bien, las raciones tanto de pastel de cabracho como de la ensalada eran abundantes, aunque en mi caso me decidí por la fabada. Era abundante, servida en la típica fuente, con un compango de buena calidad y bien ligada (ni muy líquida ni muy gorda, aunque aquí entran ya los diferentes gustos). De segundo, no podía rechazar los escalopines al cabrales: eran de ternera, cosa que no suele ser habitual en los menús diarios, con una salsa suave de Cabrales (quizás con un poquito de exceso de nata para mi gusto). La ración traía tres escalopines con patatas y pimientos asados.
De postre, por si aún quedaba hueco, podías escoger entre arroz con leche, tarta de queso, tarta de la abuela, fruta, etc. Pedí una tarta de queso y puedo decir que no me arrepiento: súper suave de sabor, con mermelada y una fina pero sabrosa capa de galleta. Se notaba que era casera (tendría que haber pedido la receta).
Por tanto, ¿lo recomiendas?
Sí. Hoy en día es difícil acertar con los restaurantes céntricos de las ciudades. Los que son baratos no ofrecen calidad, los que sí la ofrecen son caros y, algunos, no ofrecen ni lo uno ni lo otro. No es el caso del restaurante La Iglesiona, que sigue conservando ese buen hacer que recordaba.
El personal es amable y atento y, aunque un poco lento a la hora de tomar nota de los postres, se les pasa porque era un día que estaban desbordados y apenas tenían tiempo y capacidad para atender eficazmente todas las mesas. Tened en cuenta que el salón estaba completo y la terraza también.
¿Conocías este restaurante? ¿Sabes de otros sitios en Gijón que merezcan la pena? Puedes contármelo en el apartado Comentarios que dejo aquí debajo.
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